martes, 23 de octubre de 2012

Madrid: 273 Años Después.-



Año 2285. Cuenta la leyenda que hubo un tiempo fatídico en aquel lugar que llamaron España, (ocupado por algunos monstruos del Oscurantismo), y ahora es República de Madrid y los Estados Adhesionados, en el que la apariencia venía a ser la esencia, el quid de la gloria y la fama, un tiempo, queridos, en el que las tetas y los labios siliconados estaban à la mode (sabido es que a día de hoy la estética es la mínima expresión física de senos y la boca), una época con un equipo de la vecina Catalunya, F.C. Barcelona entrenado por un tal Pep Guardiola que meaba colonia, era filósofo, entrenador y murió en Nueva York del virus de la autodeterminación patológica a la edad de ciento quince años, se paseaba con gloria a lo largo y ancho del mundo; y un tiempo en el que los políticos fueron contagiados de la terrible epidemia de la corrupción (ahora llamada descomposición psicosocial). En aquella época, la primera etapa del Siglo Impúdico,  los políticos (hoy denominados Tecnócratas de Carrera) tenían grandes carencias culturales y educativas, e incluso contaban con unos tipos denominados asesores de imagen que les aconsejaban la estética facial y capilar. Los dentistas blanqueaban mañana, tarde y noche (es sabido que hoy en día las dentaduras más in y atractivas son de color gris cobalto) y los cirujanos eliminaban los tejidos adiposos de las papadas para crear cuellos bien delineados e inyectaban botox en los párpados, patas de gallo y frente (a estas alturas de 2.285 es bien notorio que un papo lustroso está relacionado con el reconocimiento social, que la piel tersa pasó a mejor vida y los cirujanos crean patas de gallo artificiales porque se relaciona mucho con la experiencia vital en este siglo XXIII de la Inversión y el Bienestar Universal y Verídico). 
Hubo una época en la que no importaba ser analfabeto para hablar en las tertulias del RDTO (Receptor Dactilar de Transmisiones Optativas; antaño llamado televisión), y tampoco era de mucho interés que el pueblo no conociera cosas tan básicas hoy como las Leyes de Kepler, la Ley de la Gravitación Universal, y la rotación y la geología de Venus donde ya hay algunos de nuestros contemporáneos viviendo. Ellos lo llamaban el Estado de Bienestar, y todos querían entrar en la trilogía de ser ricos, guapos y famosos, pero el sistema se les fue directamente a Júpiter (antes se decía al carajo) básicamente porque eran muchos para tan poco pastel, y aún no vivía nadie en lugares como Neptuno o Mercurio, planetas famosos por la asistencia integral sanitaria, la prostitución reglamentada de las alienigenas, el LSD prescrito en receta farmaceútica, las mejores universidades siderales y la carencia absoluta de desocupación activa (antes, el paro), por la fertilidad de la tierra y el gran negocio montado en torno a las famosas sondas, las naves Mariner 10 y Messenger que orbitan entre la Tierra y ambos planetas.
Ya ven ustedes que mundo verdadero hemos conseguido crear, tenemos un salario mínimo interprofesional de 180.000 merkeles al mes, hemos eliminado absolutamente el déficit rajoyano, la deuda pública del zapaterismo terminamos de pagarla gracias a la colaboración de Neptuno en  2.269, tenemos tres médicos por habitante, un ingeniero de telecomunicaciones por cada cinco de nuestros sincrónicos paisanos, los Tecnócratas de Carrera se doctoran en Cambridge, pasa el filtro del jurado erudito (antes popular) en Madrid, y Mercurio subvenciona el 80 por ciento, nuestras prostitutas (fíjense, antes las llamaban putas) han recibido el honorable Premio Salubre de Houston y las tres últimas guerras terminaron con la Erradicación Talibán, la muerte del último de los chavistas y el asesinato por la polcía sideral norteamericana (antes FBI) del último gilipollas cósmico de la saga de Bashar al-Assad.
Tengo noventa años, buena papada y los dientes de un brillante gris cobalto, y estoy posiblemente en el ecuador de mi vida. El tema es que estoy pensando en clonarme en una clínica especializada de Saturno, porque he vivido de puta madre (antes también se decía de puta madre) y lo único que nos angustia en cierta manera es el post mortem. Y en fin, como decía Nietzsche, precisamente juzgamos el pasado porque hemos construido el futuro. Saludos desde la Estación Orbital del Buen Retiro. 

jueves, 18 de octubre de 2012

Emmanuelle era un Acto de Pureza (Adiós Sylvia Kristel).-


Quizá fuera a finales de los ochenta cuando me decidí a entrar en un cine para ver cualquiera de aquella saga de las French softcore erotic movies, que llevaban por título Emmanuelle, y protagonizaba la más hermosa de aquellas chicas comedidas y ardientes que hacían cine erótico, Sylvia Kristel; su pelo corto de fogosa e inocente holandesa con cierto aire de oficinista recluida y aquellos ojos verdes clareados y  límpidos, como si aventuraran cierta tristeza por el paso del tiempo y la decadencia de la belleza.
Por mucho que la Iglesia nos hostigue y reprima con su visión arcaica y extremista del mundo, siempre me pareció que ver a Emmanuelle en una pantalla era un acto de una pureza increíble. Con Sylvia Kristel ganaba la satisfacción frente a la pesadumbre. No existía el remordimiento. Era imposible. Aquella mujer silenciosa, guapa, delgada, cosmopolita, sofisticada, extraña a la vulgaridad incluso cuando iba de acróbata sexual, que invocaba a la excitación reposada y renegaba de los bramidos del porno, era sin más una virtuosa manera de estereotipar el deseo sexual en la categoría de arte.
Más tarde, aprovechando las secuelas del éxito, hubo más Emmanuelle, pero quien yo conservo en la memoria es Sylvia Kristel, la más sutil, introvertida y audaz del cine erótico. Y luego llegó el declive que presagiaron sus ojos verdes, sobretodo en aquellos momentos de mirada agonizante y profética; la trilogía incesante: drogas, alcohol, enfermedad. Incluso tenemos el privilegio de aquellas palabras de Rubén Amón cuando la entrevistó en una taberna de Amsterdam:  “su aspecto orondo, ajado y sobrio la confundían con una catequista, con una matrona anónima o con una vecina jubilada del barrio”.
Ella murió durante la noche, mientras dormía, ha declarado su representante. Como tantas otras cosas. Por aquí nos queda María Lapiedra (no me subas el IVA, bájame las bragas) y cierta insolencia sin gracia ni belleza en las portadas del Interviú. Poco Picasso y mucho Lladró, quiero decir. Mucha Leticia Sabater y poca Monica Bellucci. Amén, y sí, quien la vio no la olvida. 

martes, 16 de octubre de 2012

Unas Palabras Caóticas.-



Pues sí, tienen ustedes razón. No ando muy productivo y no les fabrico yo las rentas éstas gratis que de vez en cuando salpico en esta brújula desorientada que viene a ser mi blog. Y bien, como muchos de ustedes saben no acostumbro en exceso a hablar de mi vida, sino de la de los demás, y no precisamente de manera amable, que ya saben, intento divertirme al modo transgresor y vulnerable, quizá por dos motivos, por una parte y seamos sinceros, cierto filón para llegar a algunos de ustedes y cierto placer embriagador y de mal gusto en la rajada de nuestro entorno y por otro lado, pues ahí les doy el sentido axiomático y positivo, como dijo aquel marica universal ajusticiado (gran Wilde), solo hay una cosa en el mundo peor que estar en boca de los demás, y es no estar en boca de nadie.
Pues y con esas, sin que sirva de referencia y como dijo aquella folclórica vengativa y cleptómana de los cielos de la caspa marbellí (como ven, no puedo evitar el rejón subliminal) hoy quiero confesarles algunos de los motivos por los que no escribo tanto como antaño: en primer lugar, y como a muchos de ustedes les ocurrirá si tienen esa buena mala suerte o viceversa, le debo determinadas ausencias al trabajo, es decir que me tengo que levantar temprano para irme a la Divisa, examinar facturas, dar de alta productos, etiquetar, atender el teléfono, escribir misiles a los bancos que nunca encuentran ni su vida sentimental ni su linea de flotación, pelearme, e incluso a veces ser amable con los proveedores, y la parte más guay, hablar con chicas super interesantes e incluso venderles y hacerles fotos, lo cual es puro esparcimiento y desahogo en mitad de la marejada de las cosas chungas de todos los curros del universo. 
La culpa también la tiene Houbelecq, quizá porque me divierte por encima de hechuras y estilos literarios esa dureza crítica con el arte contemporáneo y toda la frivolidad y la cantidad de soplapollas que lo rodean, aparte de esa angustia vital de sus personajes, y es que no saben ustedes el placer que siento, con El Mapa y el Territorio y la botella de Oporto reserva que me compré hace unos días en Portugal a modo capricho y extravagancia, cual si fuera yo un snob de los licores, que es mi eterna aspiración. 
En paralelo y por diferentes coyunturas, he estado dos fines de semana haciendo esos paseos  de turismo rural en bucólicas casas acomodadas en mitad del pueblo, ambas sin excesivos alardes ni  pretensiones chabacanas en la incesante búsqueda del lujo. El dilema del ocio melancólico es que alguna vez asola cierto sopor y termina uno con su amigo tomándose una lata de cerveza en el cementerio de la aldea tratando de ordenar el mundo; o bien en una taberna oyendo las aventuras y las cornadas de un cazador furtivo, y lo más grave, pensando que aquel montero sigiloso con sus perros y su machete, tiene la válvula exacta de la felicidad, quizá porque ese barniz acuoso de los ojos del cazador farsante no es tan frecuente en las ciudades, ni la generosidad, ni la serenidad que a veces da la incultura. El gran Mateo, y qué vivan los paletos, y como decían los de Séptimo Sello, todos los paletos fuera de Madrid; pues sí, que no se contaminen de la mediocridad capitalina, no vaya a ser que mancillen su identidad y terminen comiendo costillas en el Tony Roma´s y haciendo cola en el Labra pa un cacho bacalao grasiento.
Pues en eso ando, más o menos en lo mismo que ustedes, en esa querencia de buscarnos la identidad que tenemos por norma los que habitamos las grandes ciudades, qué sé yo, entre medias, María, amigos, familia, niños pequeños, afectos repartidos, y toda la supervivencia de nuestras crónicas para evacuarles a ustedes unas palabras caóticas. 
Ahora me voy; me esperan Houbelecq y el Oporto. Disfruten y encuentren su identidad, si acaso tienen de eso. Buenas noches.